Jóvenes en la incertidumbre: desafíos y alternativas para la Orientación Educativa

Mtro. David Ignacio Velázquez Rendón.



Autora: Mtro. David Ignacio Velázquez Rendón.

Sección: Reflexiones y Visiones.

Resumen


El presente trabajo tiene como objetivo mostrar el panorama turbulento e incierto que vive la población juvenil en la actualidad. A su vez, se dan a conocer las limitantes que enfrentan las prácticas tradicionales de la Orientación Educativa para satisfacer, en este contexto, sus necesidades vocacionales, personales y profesionales, para posteriormente presentar opciones que coadyuven a la construcción de estrategias para la toma de decisiones informadas, críticas, reflexivas y sostenibles con las que construyan proyectos de vida con sentido social y ambiental.


Palabras clave: Orientación Educativa, jóvenes, sostenibilidad, Educación Media Superior, elección de carrera.


Keywords: Educational Guidance, young people, sustainability, Secondary Education, career choice.


Introducción

Uno de los aspectos abordados en la elección de carrera, dentro de los procesos de Orientación Vocacional, tiene que ver con el conjunto de factores que rodean a esta decisión y el proceso que conlleva. Entre ellos se encuentran la etapa de desarrollo del alumnado que está por egresar del bachillerato, la adolescencia, con el fin de entender la incidencia de los procesos madurativos y psicosociales que la caracterizan en el desarrollo de los intereses profesionales; asimismo están los afectos -como las actitudes, los sentimientos y los valores- y los rasgos de personalidad, siendo estos últimos considerados como determinantes por muchos modelos de Orientación.


De hecho, a mediados del siglo pasado surgieron diversos enfoques, principalmente de carácter psicométrico, que dieron origen a instrumentos -cuestionarios, escalas, inventarios de personalidad, entre otras pruebas- que en la actualidad se siguen empleando para apoyar a las personas jóvenes a seleccionar una profesión afín a sus intereses.


Aunado a lo anterior, en la práctica orientadora también es común realizar demostraciones profesiográficas para dar a conocer al estudiantado los campos ocupacionales existentes, de tal modo que este identifique aquella opción que, afín a sus habilidades e intereses vocacionales, le permitirá tener más opciones laborales en el futuro, consolidar su proyecto de vida y alcanzar su realización personal.


Lo mencionado hasta ahora ha consolidado un enfoque tradicional que ha permeado a la Orientación Educativa por décadas. Sin embargo, es preciso señalar que este modelo centrado en la concordancia de características personales con las profesiones y carreras, hoy en día, resulta insuficiente para atender las necesidades vocacionales de aquellas personas que pretenden elegir una alternativa de Educación Superior, dada su visión lineal y previsible de la vida profesional.


En este sentido, el presente trabajo tiene como objetivo exponer el panorama turbulento e incierto que viven las y los jóvenes en la actualidad y las limitantes que enfrentan las prácticas tradicionales de la Orientación Educativa para satisfacer sus necesidades vocacionales, personales y profesionales, para posteriormente presentar opciones que coadyuven a la construcción de estrategias para la toma de decisiones informadas, críticas, reflexivas y sostenibles, con las que construyan proyectos de vida con sentido social y ambiental.


Desarrollo

Gran parte de las prácticas en Orientación que se llevan a cabo en las instituciones de Educación Media Superior y Superior en el país tienen sus orígenes en los paradigmas económicos, educativos y políticos imperantes del siglo XX, principalmente de las décadas de los cincuenta y sesenta, en los que las escuelas tenían la principal función de formar agentes que pudiesen contribuir al crecimiento económico de las naciones al satisfacer las necesidades productivas y de modernización de los diversos sectores económicos y, con ello, movilizarse en la estructura social (Gutiérrez Gómez, 2018).


Así, la Orientación Vocacional fungió como el enlace entre la escuela y el mundo laboral por medio de la elaboración exhaustiva de perfiles basados en intereses y aptitudes que pudiesen congeniarse con opciones laborales. Todo lo anterior en un escenario de importante crecimiento de la oferta y la matrícula en la educación superior -intensificado en los años ochenta- y en el que existía un mercado con amplias salidas profesionales, alta remuneración económica, contratos indefinidos a tiempo completo y jubilaciones prósperas, que favorecían cambios positivos en la condición socioeconómica de las personas y su bienestar (Nota et al., 2020).


No obstante, la realidad actual es muy distante de aquel escenario. Existe una sobreoferta de profesionistas que intentan incorporarse a un mercado laboral que ya no es capaz de absorber a todos y cada uno de los egresados de las universidades y de las instituciones de Educación Técnica Superior, como hace más de treinta años.


Asimismo, pese a la diversificación de los campos disciplinares y de la ampliación de la oferta educativa de las universidades, la población egresada del bachillerato tiende a demandar de forma exacerbada ciertas carreras que consideran que pueden ofrecerles un empleo seguro y altos ingresos, dada su visibilidad y reconocimiento en la sociedad, como las que se mencionan a continuación, que fueron las más solicitadas en el concurso de selección a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) del 2022:


  1. Médico Cirujano

  2. Derecho

  3. Psicología

  4. Administración

  5. Contaduría

  6. Arquitectura

  7. Cirujano Dentista

  8. Enfermería

  9. Medicina Veterinaria y Zootecnia

  10. Pedagogía

  11. Ingeniería en Computación

  12. Relaciones Internacionales

  13. Diseño y Comunicación Visual

  14. Economía

  15. Química Farmacéutico Biológica


De este modo, han surgido altos índices de matrícula que no terminan correspondiendo con la oferta laboral ni con las necesidades sociales, económicas, culturales y ambientales contemporáneas, lo que coadyuva de forma paralela a problemáticas como la reprobación, el rezago, el abandono y la deserción escolar (Gutiérrez Gómez, 2018; Varlik y Apaydin, 2022).


Aunado a esto, el mercado laboral es precario, inestable e incierto, pero a su vez demandante con la población egresada de las universidades, ya que exige un amplio espectro de competencias para que esta pueda aspirar a insertarse en él (Castillo Fernández et al. 2019). Actualmente, la industria, cada vez más automatizada por las innovaciones tecnológicas, solicita mano de obra competitiva, innovadora, eficiente, eficaz y adaptable, con bastas habilidades cognitivas, tecnológicas y operacionales, como parte del proceso globalizador y el avance de la sociedad del conocimiento.


Desafortunadamente, miles de jóvenes egresados de las universidades, incluso con estudios superiores de posgrado -ya sean especialidades, maestrías, doctorados o posdoctorados- y numerosas acreditaciones -certificaciones, diplomados, etcétera- buscan trabajo activamente, pero sin éxito, o bien, logran insertarse en puestos con condiciones laborales insuficientes; es decir, con ingresos que no les permiten adquirir una canasta básica, sin seguridad social, sin contratos estables o favorecedores ni otras prestaciones o beneficios sociales -aguinaldos, vacaciones, afiliación a sindicatos, etcétera- (Covarrubias Feregrino, 2022; Santamaría López, 2018; Vázquez-Rodríguez et al., 2023). Enseguida se presentan algunas cifras que ilustran estas problemáticas en México:


  • A finales del 2022 la tasa de desocupación general entre las personas de 15 a 29 años fue de 5.6% (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2023a).

  • A nivel nacional, en julio de 2023, la población desocupada fue de 1.9 millones de personas y el grupo de 15 a 24 años significó 34.6 % de las y los desempleados, 2.2 puntos porcentuales por arriba de lo reportado en el 2022 (INEGI, 2023b).

  • Los jóvenes con una ocupación tienen un ingreso promedio de 6,316 pesos mensuales, de acuerdo con las estimaciones del CONEVAL para el periodo enero-marzo del 2023 (Hernández, 2023b).

  • El 50% de egresados de las universidades trabaja en un empleo que no requiere estudios universitarios, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (Ordaz Díaz, 2020).

  • En 2022, la tasa de informalidad de la población ocupada de 15 a 29 años fue de 59.5 por cada 100 personas (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2023a).


Es así como las nuevas generaciones se han vuelto más escolarizadas, pero transitan en condiciones que no les permiten materializar cabalmente sus aspiraciones y metas, lo que provoca sensaciones de exclusión, desencanto, desengaño, resignación o, incluso, resentimiento y humillación, que suelen ser desestimadas mediante mensajes como ‘‘échale más ganas’’ que ignoran las inequidades sociales que merman sus trayectorias profesionales como la discriminación por género o color de piel, el desigual poder adquisitivo en el país, la centralización, etcétera. (Perilla Granados, 2018).


Y si el escenario no fuera lo suficientemente complicado, existen problemáticas sociales, económicas y ambientales -derivadas de modelos económicos neoliberales- que tienen repercusiones importantes en el bienestar de las juventudes como: la crisis climática, la extinción masiva de especies, la sobreexplotación de recursos naturales, la contaminación, la escasez de agua, la inseguridad alimentaria, la pobreza, la discriminación, la criminalidad, el narcotráfico, la violencia de género, entre muchas otras. Todas ellas se agudizaron en la pandemia de COVID-19, cuyas secuelas aún se resienten (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo [CNUCED], 2021; Organización Internacional del Trabajo [OIT], 2020).


En este sentido, ya no es pertinente realizar actividades de orientación educativa que tengan como fin encaminar al alumnado a ‘‘lo que se va a dedicar en los próximos 40 años’’ mediante prácticas meramente informativas y discursos individualistas, meritocráticos y ajenos a la realidad de la juventud actual.


Tampoco es sostenible depender únicamente de los resultados que arrojen las pruebas vocacionales para tomar decisiones, ya que por sí mismos no ofrecen un panorama completo de los intereses y las habilidades del estudiantado, de sus áreas de oportunidad ni de las situaciones o contextos que favorecen o limitan su desarrollo personal, académico, escolar, profesional y socioemocional.


Entonces, ¿qué se puede hacer? ¿Se deben desechar los inventarios de intereses vocacionales, los folletos informativos y los manuales de orientación? La respuesta es no, ya que siguen siendo recursos que tienen un alcance importante en el proceso de toma de decisiones del estudiantado. Más bien se trata de reconocer sus limitantes y apostar, con ellos, por estrategias de Orientación Educativa integrales que permitan comprender holísticamente las circunstancias del alumnado, así como analizar de manera crítica y conjunta los fenómenos socioeconómicos, demográficos, tecnológicos, culturales, educativos, sanitarios, ambientales y políticos, además de sus repercusiones en su elección de carrera. Esta decisión puede ser de gran relevancia en la lucha contra las problemáticas mencionadas anteriormente.


Para ello es necesario entender que la toma de decisiones vocacionales implica un proceso dinámico y sensible a la influencia de múltiples factores, no solamente personales, sino también contextuales e internos y que tal proceso está conectado con diversos agentes que rodean a la persona y externos, cuyas acciones u omisiones pueden tener una consecuencia importante en su vida en todos los ámbitos que la conforman (Argyropoulou, 2021). Estas decisiones son susceptibles de cambio gracias a complejas interconexiones entre dichos agentes que generan situaciones, circunstancias, experiencias y vivencias diversas que son imposibles de predecir y controlar en la actualidad, las cuales constituirán un futuro impredecible y abierto a diferentes posibilidades.


En definitiva, la Orientación Educativa necesita posicionarse como una alternativa para que las y los jóvenes potencien sus habilidades y talentos, así como las competencias socioafectivas necesarias para manejarse en contextos de riesgo, incertidumbre y cambios recurrentes, que incluya acciones de prevención e intervención que favorezcan la modificación significativa de condiciones precarias que experimentan. La Orientación Educativa puede ser una práctica activa, dinámica y dialogante en defensa de la vida democrática, de la vigencia de la vida pública, éticamente expansible y políticamente transformadora (Vilera de Girón, 2000), sobre todo si parte de la apertura, la vinculación, la alteridad y la celebración de la diversidad (Oliveros y Vallejo, 2008).


Incluso, la Orientación debe considerar, en los espacios de elección de carrera y construcción de proyectos de vida, la reflexión sobre cómo afrontar problemáticas globales alarmantes. Es más, precisa promover la crítica a la meritocracia y a las paradójicas exigencias a las personas jóvenes de ser más competitivas, de estar "permanentemente" preparadas y convertirse en "autoempleados emprendedores" -a pesar de la ausencia de capital-, puesto que son ideales que los colocan a largo plazo en situaciones de insatisfacción, desengaño y tensión que vulneran su salud mental.


Al respecto, es evidente que la atención a la dimensión personal durante la elección de carrera es imprescindible, ya que la pandemia de COVID-19 ocasionó que los problemas de salud mental aumentaran en México, pero con un impacto mayor en las personas jóvenes, de tal manera que incrementaron los índices de depresión, ansiedad, psicosis y trastornos en la conducta alimentaria (Esparza Meza et al. 2022). Aunado a ello, se han reportado aumentos importantes en el consumo de alcohol y tabaco, al igual que sustancias ilegales -sobre todo sintéticas-, violencia de pareja, autolesiones, ideación suicida y suicidio consumado (Medina-Mora et al., 2023).


Por otra parte, orientar también amerita que las y los profesionales de este campo desarrollen habilidades comunicativas y sean capaces de impulsar el diálogo, la apertura, la confianza, la empatía y la tolerancia como medios para la aceptación y el reconocimiento. Acciones estructuradas y contextualizadas que permitan la consolidación de competencias socioemocionales -asertividad, autoestima, automotivación, regulación emocional, resiliencia, comunicación expresiva, entre otras- pueden fungir como factores de protección de su equilibrio emocional y su salud mental en este complejo y cambiante escenario y que benefician de forma análoga sus decisiones vocacionales.


Llegados a este punto se presentan algunas alternativas que pueden propiciar la concreción de acciones que permitan atender las necesidades del estudiantado en este panorama:


  1. Construir espacios de escucha activa y reflexión -talleres, conversatorios, mesas de diálogo, debates, etcétera- para conocer las preocupaciones e inquietudes del alumnado en cuanto a su futuro profesional y su elección de carrera. Es urgente que las y los jóvenes confíen en las y los profesionales de la Orientación y sean considerados como una figura de apoyo visible en su trayectoria académica y profesional.

  2. Emplear estrategias de análisis de casos, resolución de problemas o desarrollo de proyectos que le permitan al alumnado conocer, de forma contextualizada, crítica y atractiva, las problemáticas actuales a nivel local, regional nacional y global, así como las profesiones que las atienden, para generar alternativas para su prevención y erradicación en su comunidad y en el mundo.

  3. Tomar como referencia planes de acción locales, nacionales e internacionales en el diseño de actividades de Orientación Vocacional como, por ejemplo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Con ello, es posible que visualicen con mayor amplitud los campos ocupacionales y las carreras existentes -y las que tienen proyección a futuro-, y comprendan al mismo tiempo que su elección de carrera también tiene implicaciones sociales y ambientales.

  4. Dar a conocer -o generar, si hay condiciones- programas de voluntariado, aprendizaje-servicio y prácticas que no solo le doten al alumnado de competencias profesionales, sino que también le permitan desarrollar conciencia social y ambiental mediante el acercamiento genuino a las necesidades sociales, desde el compromiso, la comprensión y la cooperación por el bien común.

  5. Obtener información actualizada y veraz del panorama socioeconómico y político que enfrenta actualmente la población juvenil y de las oportunidades y obstáculos que inciden en su elección de carrera, su inmersión y permanencia en la esfera académica, el mundo laboral y la concreción de su proyecto de vida en general.

  6. Generar lazos de colaboración con el profesorado, ya que este funge como un enlace crucial con el alumnado al conocer de primera mano sus saberes, intereses, necesidades, fortalezas y áreas de oportunidad. A través del trabajo colaborativo entre agentes educativos es posible diseñar estrategias de orientación que partan de una comprensión más completa de los procesos formativos del estudiantado.

  7. Involucrar a las y los profesionales de la Orientación en procesos de formación continua que favorezcan la atención de la diversidad y la inclusión, la transdisciplinariedad de la práctica orientadora, al igual que el uso eficiente de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), Tecnologías del Aprendizaje y Conocimiento (TAC) y Tecnologías para el Empoderamiento y la Participación (TEP), incluida la Inteligencia Artificial Generativa. Mantenerse en actualización constante ya no es un requisito, es una necesidad urgente.

  8. Integrar una perspectiva ecológica y de género que permita atender, de manera individual o grupal, las necesidades en los ámbitos personal, escolar, académica, vocacional, profesional y sociofamiliar del alumnado que está por elegir carrera, por ejemplo, el Modelo de Orientación Personalizada (MOP) de Ríos Condado (2011). De esta manera, será posible detectar problemáticas que inciden negativamente en esta decisión y que posiblemente el alumnado ignora, y con ello elaborar planes que pudiesen involucrar una atención más específica o canalización hacia otras actividades o servicios.


Al incorporar estas alternativas, la Orientación Educativa puede convertirse en un medio que incite a la población joven a mirar a su alrededor y pensar en el mañana, teniendo en cuenta que la realidad y su porvenir se construyen con el entrelazamiento de vivencias, experiencias y acciones de muchas otras personas y seres con los que cohabita en la Tierra, de tal modo que comprenda que sus propios intereses, pasiones, metas y cualidades pueden dirigirse a un desarrollo sostenible que les beneficie a ellos y a todos.


Conclusiones

El presente trabajo tuvo como objetivo plantear de forma general el enfoque tradicional de la Orientación Educativa y las limitaciones que actualmente enfrenta al no poder satisfacer cabalmente las necesidades de la población joven contemporánea, puesto que la realidad en la que viven dista de la época en la que se asentaron las bases de dicho enfoque, en tanto que la incertidumbre forma parte de la cotidianidad actual, con ventajas y desventajas, beneficios y obstáculos para sus trayectorias de vida.


Además, tras exponer algunas problemáticas que enfrentan las y los jóvenes, se plantearon opciones y alternativas para crear espacios en los que estos puedan desarrollar las habilidades necesarias para tomar decisiones vocacionales de manera certera y contextualizada, a través de la sensibilización de las necesidades sociales y ambientales que imperan en México y en el mundo, por medio de estrategias que aborden los aspectos personales, socioemocionales y ambientales implicados en la elección de carrera y, con ello, contribuir al bien común.


De este modo, es posible favorecer al desarrollo profesional sostenible, entendido como la secuencia de las diferentes experiencias profesionales de un individuo, reflejadas a través de una variedad de patrones de continuidad en el tiempo, que atraviesan varios espacios sociales y se caracterizan por la agencia individual y colectiva, proporcionando así significado a la persona (Van der Heijden y De Vos, 2015).


El desarrollo profesional sostenible comienza con una elección de carrera dotada de significado y propósito en la que las y los jóvenes puedan tener conciencia de su impacto en su persona y en la sociedad en su conjunto, de tal manera que se involucren en actividades que satisfagan sus aspiraciones y metas personales y profesionales y les brinden, a su vez, la oportunidad de construir metas con sentido social y conciencia ambiental. Ahora que enfrentan un panorama incierto para realizarse personal y profesionalmente, que les demanda, por ejemplo, afrontar con éxito los cambios y tomar decisiones continuamente, es necesario dotarles de herramientas para conseguirlo, dentro de los espacios de Orientación.


Para tal efecto, a través de la Dirección General de Orientación y Atención Educativa (DGOAE), es posible generar estrategias para que las y los jóvenes puedan reconocerse a sí mismos y, a partir de ello, tomen decisiones enfocadas a su autorrealización que, a su vez, promuevan el afrontamiento al escenario cambiante que están viviendo y la movilización social con miras a un futuro sostenible.


Con esto en mente será posible coadyuvar a la formación de personas críticas y propositivas que no solo afronten la incertidumbre con mayores posibilidades de éxito, sino que también contribuyan al cierre de las brechas sociales y económicas como parte de la construcción de sus trayectorias de vida en donde todas y todos tengan un lugar y nadie se quede atrás.

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Mtro. David Ignacio Velázquez Rendón.



Mtro. David Ignacio Velázquez Rendón.

Mtro. David Ignacio Velázquez Rendón, Técnico Académico en la Dirección General de Orientación y Atención Educativa (ORCID: 0000-0002-4132-4429).

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